Una vida singular dentro del cementerio de Poble Nou en Barcelona
A pocos metros de hileras interminables de lápidas y bajo la sombra de cipreses, una familia ha desarrollado su vida diaria en un entorno poco común: una vivienda dentro del cementerio de Poble Nou, el más antiguo de Barcelona. Durante más de medio siglo, Manuel Arias trabajó como sepulturero en este camposanto, y fue allí donde su familia creció y consolidó un hogar envuelto en respeto y normalidad, a pesar del entorno gótico y lleno de símbolos funerarios.
El origen y la vida de Manuel Arias en el cementerio
Manuel Arias, natural de una pequeña aldea de los Ancares en León, emigró a Barcelona en 1953. Poco después, comenzó a trabajar como funcionario municipal en los cementerios de la ciudad condal. Fue entonces cuando el Ayuntamiento y los gestores funerarios le asignaron una vivienda dentro del cementerio de Poble Nou, justo al cruzar la puerta principal del recinto, entre nichos y panteones.
Durante seis décadas, Manuel y su familia han vivido en esta casa única, construyendo una infancia y una vida cotidiana marcada por una relación cercana, pero respetuosa, con la muerte y el lugar donde reposan miles de difuntos.
Una infancia feliz en medio del silencio y las tumbas
Marc Arias, hijo menor de Manuel y una de las personas que ha vivido toda su vida en el cementerio, describe su niñez como una infancia feliz y normal, aunque muy diferente en cuanto al escenario. Junto a sus hermanos mayores, creció jugando entre las lápidas, fuentes y árboles del camposanto. Allí jugaba a las canicas, al escondite y hasta cazaba renacuajos en las fuentes, mientras que el silencio y la tranquilidad del lugar también eran ideales para el estudio.
“Nuestra infancia fue absolutamente normal, con los mismos juegos y responsabilidades que cualquier niño, pero en un entorno que para otros podría parecer tétrico, nosotros solo sentíamos paz”, relata Marc, quien nunca tuvo miedo a la muerte gracias a la educación que recibieron sus padres.
Respeto inculcado desde pequeños
El respeto hacia la muerte fue una enseñanza fundamental para Manuel y su esposa. Marc recuerda cómo su madre les ordenaba entrar en casa cuando llegaban los coches fúnebres, para que comprendieran que se debía guardar solemnidad. En este sentido, vivieron en un ambiente donde la muerte era tratada con dignidad, sin temor ni superstición.
El rincón donde se forjó una familia
La casa familiar se encuentra justo cerca de la primera fila de nichos a la entrada del cementerio, con la habitación de Manuel pegada a las lápidas. Esta cercanía física a los difuntos se mezcla con fuertes raíces familiares y una vida cotidiana que incluye celebraciones, visitas de amigos y actividades propias del hogar.
Vivencias y anécdotas entre tumbas y ataúdes
La historia de esta familia también incluye experiencias impactantes relacionadas con el trabajo funerario. Marc recuerda su primer encuentro con un enterramiento cuando era niño, asistiendo a su padre en el cementerio de Les Corts. Observó cómo se preparaban los nichos y se retiraban restos antiguos para colocar los nuevos fallecidos, una experiencia dura, pero que formó parte de su realidad cotidiana.
Sin embargo, insiste en que nunca se acostumbró a ver ataúdes pequeños, siempre siendo consciente del dolor que representa para las familias.
Un lugar donde experimentar la vida
La vivienda en el cementerio también fue el escenario de celebraciones familiares y anécdotas que pocos podrían imaginar. Marc recuerda la sorpresa de su novia al enterarse, durante una cita nocturna, que ese era el lugar donde vivía, sin saberlo previamente. «Pensó que era un psicópata», dice entre risas, mostrando la naturalidad con la que viven su entorno.
Una convivencia en armonía con la muerte
Esta familia ha vivido con difuntos como vecinos durante décadas, desarrollando una forma de convivencia inusual que refleja un profundo respeto y comprensión de la muerte como parte del ciclo de la vida. Para ellos, el cementerio no es solo un lugar de descanso para los muertos, sino también un hogar lleno de recuerdos, amor y enseñanzas.
Marc expresa que, al crecer en este entorno, ha adquirido valores como la nobleza de corazón y el amor al prójimo, marcados por la convivencia con el silencio y el recuerdo de quienes se fueron.
Una historia con paralelismos literarios
La experiencia de esta familia recuerda la vida del famoso escritor Edgar Allan Poe, quien también tuvo una infancia vinculada a cementerios y al respeto por la muerte. Al igual que el escritor, Marc y sus hermanos vivieron rodeados de tumbas, normalizando un entorno considerado tétrico por muchos, y dándole un significado distinto y positivo.
Conclusión: una vida entre la memoria y el presente
El relato de Manuel, Marc y su familia demuestra que se puede vivir en un lugar tan singular como un cementerio con normalidad, amor y respeto. Su vida cotidiana en el cementerio de Poble Nou de Barcelona es una muestra de cómo la muerte y la vida se entrelazan, aportando enseñanzas únicas y una perspectiva diferente sobre la convivencia humana.
En la antesala del Día de Todos los Santos, esta familia abre las puertas de su hogar para compartir cómo es vivir rodeados por la memoria de los que ya no están, manteniendo viva la historia y el respeto hacia las generaciones pasadas.
Para saber más
- Arte y muerte: un recorrido por las esquelas singulares
- Diez cementerios legendarios de España para el Día de Todos los Santos
Imagen: www.abc.es




