Los niños de 3 años están a punto de conocer el rostro de sus cuidadores de la guardería. Van a salir por fin de la distopía de las caras homogéneas para adentrarse en un mundo de napias inesperadas, de bocas insólitas, de brackets y de inmensas dentaduras encajadas como por arte de birlibirloque en minúsculas cavidades orales, por mentar sólo algunos ejemplos del amplio catálogo de sorpresas que suele deparar el descorrimiento de cortinas faciales. Los chiquillos sufrirán su primer desengaño, que será parecido al de los niños de mi época ante la primera revelación física de un determinado locutor de radio. O como cuando vimos la película de Tom Sawyer y el protagonista no coincidía con el que habíamos… Ver Más
Cuatro viajeras sin tiempo en la estación de Albacete
Gran parte del proceso creativo de la última obra urbana de Sergio Delicado se realizó durante la pandemia. Solo, en su estudio, y dadas las